Se define prohibir como vetar o impedir el uso o ejecución de una cosa, pero lo prohibido seduce y se convierte en aquello que deseas y que no se te concede, o no se concede sin esfuerzo, ni/o consecuencias. Cuanto más inalcanzable, más voluntad y aptitudes requiera, más deseo de obtención.

Es aquello que se desconoce, aquello que puede ofrecerse y que sólo puedes intuir, imaginar, porque no está a tu alcance. Aquella actitud que hace «sufrir» por la obtención,  despertando la excitación más básica e irracional. Aquella parte de misterio que se reserva sólo a los eruditos que descubren cómo conseguirla.
Sexualmente abarca desde un simple beso, una mirada cómplice, una confesión, la realización de una fantasía, a una acción… Promete dejar un gusto dulce en su conquista, pero su conquista nunca ha de ser completa. Como dijeron los Hermanos Marx aplicable al circuito del deseo a lo prohibido, “hay que avivar el cariño del amor con el abanico de la indiferencia…” 

Hay personas prohibidas por su estatus, convicciones, gustos o estado civil, pero también hay caras, partes de un@ mism@, juegos, actitudes que quedan o han de quedar reservadas, vetadas a cualquiera. Lo prohibido hay que ganarlo, merecerlo, estar a la altura. No es gratuito.
 
Su conquista es un reto, una caza, donde lo que importa es el cómo y no tanto el qué. Lo que te lleva a romper normas establecidas por terceros o tus propias normas. Y lo prohibido siempre ha de mantener esa distancia, ese riesgo a desvelar una parte oculta, atesorada, restringida, que puede darse a descubrirse poco a poco y que nunca se consigue adueñar del todo. Lo prohibido es libre, se da porque se quiere y sólo aquello que se quiere dar y nunca, por completo, porque sólo responde a un único amo: un@ mism@.

Por Ena Puro’s
Colaboradora de Erootica